jueves, 20 de septiembre de 2007

¿SER ENSEÑADOS o APRENDER POR UNO MISMO?. Por Pablo Bellido

En ciertos aspectos de la vida, más comúnmente en el trabajo, el empleado puede sentir que ha alcanzado su máximo nivel de productividad gracias a la educación cursada, la formación recibida en la empresa, el conocimiento de los valores de esta, el desarrollo de competencias, etc.

Llegado este punto es donde el empleado debe plantearse si ya está todo hecho o si en cambio tiene la oportunidad de subir un peldaño más en la escalera del profesionalismo. Es aquí donde aparece la figura del coach. Éste no dará soluciones a todas las posibilidades de mejora de su candidato, sino hará que el empleado saque a la luz ciertas habilidades innatas, las cuales no tiene desarrolladas o simplemente desconoce. Por tanto, no hablamos del coach como un profesor de habilidades, definición más propia del formador, sino como un conductor hacia el aprendizaje personal.

El coach, término proveniente del húngaro “kocsi” (o coche), transportará a su pupilo al lugar donde éste desea llegar a través de preguntas inteligentes y diversas reuniones que consigan sacar el máximo partido a las destrezas de uno mismo, sin olvidar que las debilidades tienen que ser interiorizadas, corregidas y mitigadas todo lo posible.

En ocasiones piensas que hablando metafóricamente puedes explicar mejor algún acontecimiento en el trabajo, en tu casa o en por qué conviertes alguna actividad en tu obligación principal.

Pensando en esto llegué a comprender por qué, a parte de otros motivos, algunos deportistas llegaban a la cúspide personal y quizá otros con mejores habilidades se quedaban a unos metros de ella. Es aquí donde uno puede llegar a captar y comprender la influencia que tienen sobre un individuo dos tipos de profesionales, el formador y el coach.

En la edad juvenil, para los expertos la etapa crítica, el deportista es formado por especialistas a imagen y semejanza de la institución a la que pertenece. Le educan, le inculcan valores y le forman en diferentes conceptos tácticos, técnicos y físicos.
Lo mismo ocurre en el establecimiento de venta, donde la figura del formador es esencial para que el vendedor desarrolle eficazmente competencias comerciales como habilidades, actitudes y conocimientos.

Una vez estas son satisfactoriamente adquiridas, tanto el vendedor como el deportista tienen la misma oportunidad de llegar al éxito profesional. Es aquí donde aparece la figura del entrenador, comúnmente llamado coach, el cual ayudará a su candidato a despertar por sí solo todas sus habilidades innatas, potenciarlas y mitigar sus flaquezas.


Pablo Bellido Requeni