lunes, 28 de enero de 2008

"Atrapados en la actividad" por Amalia Belenguer


“ No hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar”

¿Has tenido alguna vez la sensación de estar atrapado en un continuo de actividades que no te permiten detenerte?. Un estado permanente de velocidad desmedida del que no puedes, ni te planteas, abstraerte.

Parece ser uno de los paradigmas de nuestra forma de vida actual. La velocidad nos alcanza a través de los medios que a puesto a nuestra disposición (móvil, manos libres, correo electrónico, ordenador portátil) y con ello la sensación de tener que hacerlo todo en el menor tiempo posible para resultar más eficientes.


Vivimos apresurados y nuestro objetivo parece ser el de embutir el mayor número posible de ocupaciones en un espacio concreto de tiempo. Está de moda el arte de no dar abasto, hacer varias cosas a la vez y sentirnos “hiperatareados”.

La aceleración es tal que reducimos nuestra capacidad de concentrarnos en un solo aspecto. Estamos inmersos en la multiplicidad de tareas y, esto en algunos casos, puede restar eficacia a los resultados.

Intentamos “aprovechar” cualquier momento de nuestro limitado tiempo para no “perderlo” con actividades que no aportan valor. En ocasiones leer una novela, escuchar música o dar un paseo, pueden percibirse quehaceres poco productivos.

Ante esta situación surge el movimiento Slow que rechaza el estilo veloz y apuesta por vivir más lentamente. Esta corriente nos propone aparcar la prisa y disfrutar de cada minuto. Para ello reivindica un una nueva escala de valores, basada en trabajar para vivir y no al contrario.

El movimiento Slow nos propone tomar el control del tiempo, más que someterse a su tiranía, y encontrar un equilibrio entre la utilización de la tecnología orientada al ahorro del tiempo y tomarse el tiempo necesario para disfrutar de ciertas actividades.

En contra de algunas tendencias asociadas al término despacio, los partidarios del movimiento Slow animan a la actividad, más que a la pasividad. El enfoque de este movimiento, por lo tanto, está en ser selectivos en la actuación, y en ser plenamente conscientes de cómo invertimos nuestro tiempo.

lunes, 14 de enero de 2008

"Inteligencia apreciativa: habilidad para apreciar lo positivo y aprovecharlo" por Amalia Belenguer

"Cuando fracaso yo aprendo de eso, porque ya sé qué hacer la próxima vez de mejor forma".

Si quieres saber cual es el nuevo secreto del éxito, conoce la Inteligencia Apreciativa (I. A.). Habilidad descubierta por Tojo Thatchenkery, profesor de Desarrollo Organizacional de la Universidad de George Mason, quien la describe en su libro "I. A., Ver el Gran Roble en la Bellota", elegido por Harvard Business Review como uno de los libros más recomendados del año 2006.
La I. A. se define como la capacidad para identificar una oportunidad o un potencial positivo en una situación determinada, que otros no son capaces de ver, y llevarla a cabo, superando los obstáculos y los desafíos que se presenten.

La gente con inteligencia apreciativa es gente de acción, pues no sólo detecta oportunidades, sino que las utiliza, estableciendo para ello las acciones que le permitan aprovechar dicha oportunidad.
Es por ello una habilidad asociada al carácter emprendedor, púes "muchos son los que tienen buenas ideas, pero unos pocos los que son capaces de arriesgarse y llevarlas adelante".

La Inteligencia apreciativa se compone de tres elementos:

- La capacidad de reformulación de la realidad o de ver el mundo desde un esquema diferente.

- La habilidad para apreciar lo positivo y resaltar lo mejor de una situación.

- Percibir cómo el futuro se puede desplegar del presente, pues no vasta con ser un soñador, tengo que saber que debo hacer hoy para atraer ese futuro.

Desde mi punto de vista la apuesta por el desarrollo de la inteligencia apreciativa en la empresa pasa por poner en valor la capacidad de arriesgarse de las personas. Sólo de este modo podremos ser conscientes de nuevas oportunidades. No debemos olvidar que esta apuesta debe ir acompañado de una correcta gestión del error, ya que el temor a la crítica destructiva, paraliza muchas iniciativas futuras.

miércoles, 2 de enero de 2008

TRANSFORMANDO ILUSIONES EN REALIDADES por Amalia Belenguer

En estos días especiales en los que acostumbramos a enviar y recibir mensajes repletos de buenas pretensiones detengo mi atención en el repetido interés por desear proyectos interesantes e ilusionantes para el año venidero.

Tengo la sensación de que depositamos demasiadas esperanzas en el ejercicio entrante olvidando que la construcción de proyectos está vinculada a nuestra capacidad para generarlos.

Podemos afrontar el nuevo año como una gran oportunidad para volver a empezar y hacer realidad nuestras ilusiones y nuestros anhelos; recuerdo aquella cita, “que no falte nunca la ilusión en nuestra vida o lo habremos perdido todo”; pero con los píes en el suelo y siendo conscientes de que aunque anticipar el futuro deja las puertas muy abiertas a la imaginación, los resultados dependerán de cómo aprovechemos las oportunidades que se nos brindan, y principalmente de las circunstancias que nosotros mismos generemos.

Es, en este sentido, donde mi reflexión quiere incidir. No debemos conformarnos con la concepción de ilusiones en nuestra imaginación, relegadas a sueños y fantasías no realizables que, a la larga, desarrollan frustración y decepciones. Se trata de concretar una idea “ilusionante” en un proyecto alcanzable a través del empeño, el compromiso y el trabajo constante.

Sólo así, seremos capaces de transformar nuestras ilusiones en realidades.