lunes, 16 de julio de 2007

Sobre la anhelada felicidad por Amalia Belenguer

Hablar de felicidad nos remite al discurso de los clásicos; ya decía Aristóteles: “la felicidad es algo que se produce, no algo que se posee”.

Como nos clarificó hace unos días el profesor Conill, la felicidad, en su significado más amplio, es “aquello a lo que todos los seres humanos tendemos y aspiramos”. Es el fin del ser humano y lo que persigue durante toda su vida. Es esa finalidad extraordinaria que rebasa la cuestión temporal y el dominio, es incontrolable. No es cuestión de un momento, ni de un día… hace referencia a toda la vida. En este sentido los momentos de satisfacción no son felicidad. Del mismo modo que, “Una golondrina no hace verano”.

Si nos alejamos de este concepto amplio y buscamos acepciones concretas, representaciones cotidianas de felicidad, dependemos de los diferentes parámetros que utilicemos para construir los índices de felicidad (satisfacción, placidez, bienestar, poder, riqueza…). No podemos olvidar que la felicidad es un término pluralista. La felicidad es de cada cual, y no puede exportarse de unos individuos a otros.

Si bien, la expresión de felicidad más actual es la de búsqueda del significado, del sentido de la vida. Seligman dice que “el yo resulta pobre para tan ambicioso proyecto y hay que volcarse en uno de mayor calado”. Un maestro entregado a sus alumnos, un abogado defensor de causas justas, un político con voluntad de reforma y progreso social, podrán alcanzar la felicidad más duradera.



amalia@inmerco.es

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de ver el trato que me han dado, por primera vez puedo decir que me siento motivada y rindo más en las prácticas.No soy buena en mis estudios ni me saqué carrera alguna,pero mi trabajo me entusiasma y no me gusta darme importancia. Ya se me ha curado la herida desde el día veintidos de diciembre.Ahora me controlo y soy " FELIZ".